Cuando comenzó a
concebirse la idea de una red primeriza en el tecnológico entramado digital, no
imaginó el mundo el alcance que tendría la comunicación humana a esta escala,
pocos cliqueazos después en su historia. Las cavernas en Altamira, el papiro,
los pergaminos sacramentados en la dicha popular de mantener plausible la
información, solo fueron tintazos caprichosos y quiméricos del hombre en su
inconforme búsqueda de la soberanía erudita.
El flashazo comunicativo
de la red de redes tuvo alcances sorprendentes desde que en un primer momento
puso a disposición de un amplio público la información explícita. Empresas,
organizaciones, personalidades del orbe encontraron un espacio para exponerse y
manifestar sus intereses. Pero, aun cuando los colores y las imágenes anexas
complementaban un producto concreto, su
acabado comunicativo se encontraba aún muy lejos de la realización, pues la
interactividad del receptor se limitaba a algún irrisorio comentario pocas
veces difundido.