Poco más de18 kilómetros separan al asentamiento de San Antonio del
pueblo cabecera de ´Jobabo´. En lo angosto de un camino de terraplenes, maleza
y electricidad intermitente, convive una rica experiencia rural de bueyes con
arados, agricultura heterogénea, madera y guano. “Yo empecé a sembrar con mi
papá desde temprana edad, él me enseño a ordeñar vacas, trabajar con ganado,
cultivar… nací aquí mismo y toda mi vida me he dedicado a este pedacito de
tierra”, asegura Nelio.
A este miembro de la cooperativa Rafael Trejo, ni la enfermedad o los
achaques que ya comienzan a sentirse con la edad, le impiden despertar bien
temprano cada mañana para dar orden a su mundo. Bajo el precepto de dejar
crecer solo plantas provechosas en sus terrenos, un refugio de variedades
verdes crece con disposición natural alrededor de la finca, sin cabida a un
espino de marabú o indicio de descuido.
Su incursión como asociado a varias cooperativas estuvo mediada por el
puesto de presidente durante cinco años de la “Panchito Gómez Toro”, la
dedicación constante al campo, gran pasión de su vida, y la estética manifiesta
en cada surco que traza. “Todo mi terreno está sembrado, generalmente con maíz,
frijol y tomate. El año pasado solo en granos entregué a la cooperativa 67
quintales.” Se anexan entre traspatios y áreas limítrofes producciones de coco,
plátanos en diferentes variedades, mandarina, naranja, limón, mango, cereza,
fruta bomba, guayaba, yuca, aguacate, noni. “Todo lo que obtengo se lo entrego
al estado, el resto es para autoconsumo”, confirma mientras rebana un racimo de
plátanos “macho” de calidad probada. De trasfondo y en perfecta alineación se
extiende rebosante un campo de tomates con más de diez mil plantones logrados.
“Uno sabe cómo sembrar de antemano, pero ahora nos preparan mejor, se
dan seminarios por la cooperativa antes de comenzar las cosechas. Nos hablan
sobre la distancia entre carreras, como aplicar la fumigación, fertilizante, la
atención y vigilancia. Este año tengo un plan de entrega de 100 quintales de
tomate, de la variedad llamada: rojo, más de 30 de frijol, 40 de maíz, mango y
un puerco.” Con el soporte de un viejo motor de turbina, extrae de un pozo
artesiano el agua para entregar por regadío casero sus plantaciones y parte de
las vecinas, con cobertura de casi tres hectáreas. “Las principales
dificultades en la siembra se me dan por el deterioro del motor. Los campesinos
enfrentamos problemas para aumentar la producción porque no contamos con la
cantidad de producto que se necesita: abono, fertilizante, pesticida, equipos
de fumigación, equipos para regar, a veces también falta el petróleo para el
motor que es muy consumidor.”
Detenerse ante al portón de la finca de Nelio provoca admiración. Como
si se tratase de un acuerdo divino, en perfecta conjunción limpieza y
naturaleza rinden respeto al trabajo esmerado de sus anfitriones. Una casita de
tablas y guano, cubanísima como su idiosincrasia, pintada y acicalada con
esmero, demuestra la belleza de lo simple, la grandeza de quienes tienen el don
de aderezar su entorno y producir cuantías con pocos medios y profusa
dedicación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario