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De pequeñas,
pero firmes hazañas estuvo forjado el camino de aquellos hombres que soñaron
con liberarnos del colonialismo español. La ciudad Fénix guarda entre los
escasos balaustres de una arquitectura dañada en favor de la convicción, una
innegable tradición heroica.
Una gesta
tan marcada en los calendarios cubanos como la Guerra de los 10 años, tuvo
a bien en sus episodios la acción de los tuneros. El 13 de octubre de 1868, el
General Vicente García al mando de patriotas del territorio cumplen el segundo
asalto a la ciudad de Las Tunas; comienza la Guerra en la comarca. De aquella mañana gloriosa
han transcurrido 146 años.
En la finca
El Mijial, cercana a Las Tunas, ya había quedado acordado el 4 de octubre que
el alzamiento se consumaría diez días después. Pero Carlos Manuel de Céspedes,
apremiado en una casería enemiga que amenazaba con estrechar el cerco de la
ventaja revolucionaria, se pronunció con energía de golpe seco y declaró la
guerra a España, un diez de octubre no planeado desde aquella esquina
geográfica en La Demajagua.
Vicente
García, principal jefe de las fuerzas revolucionarias de la jurisdicción de Las
Tunas, supo del hecho el día 11 en una reunión del Ayuntamiento del cual era
miembro de honor. No se hicieron esperar sus órdenes y apenas 24 horas bastaron
para alistar el apoyo al levantamiento del Padre de la Patria.
En su
memoria aquel primer intento de enfrentar a los opresores en julio de 1851. Al
frente, el camagüeyano Joaquín de Agüero, sus hombres, hijos humildes de esta
tierra oriental. Aunque la inexperiencia melló la iniciativa, la acción quedó
grabada en la intranquilidad juvenil del joven de 18 años que era entonces el
General tunero.
La
oportunidad se presentaba ahora con prontitud desconcertante, pero precisa.
Años antes se había conducido Vicente con total rebeldía por la línea del
trabajo independentista, una admirable trayectoria que le encontraría en ese
1868 siendo uno de los principales jefes del oriente y Camagüey.
El amanecer
del día 13 de octubre les sorprendió poniendo a prueba una vez más el valor
indiscutible. Los tuneros asaltaron a su ciudad y la ocuparon casi totalmente,
con la excepción de la iglesia junto a la Plaza de Armas (actual parque Vicente García)
donde estaban atrincheradas las fuerzas colonialistas.
El portón de
la iglesia quedó ileso esta vez, no eran suficientes los explosivos, pero la
marcha triunfal de los patriotas por las callejuelas de la villa gratificaba a
la historia que estaban creando.
Más tarde,
desde el Potrero de El Hormiguero y a la vista de los españoles, ondearía libre
la bandera cubana.
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