No
entendieron las razones. Le increparon con miradas indiscretas, con preguntas
lacerantes, con opiniones innecesarias. Tiraron su derecho de mujer y lo
mancillaron en el suelo del reproche, degradaron su decisión buscando a un
tercero que jamás fue imprescindible. Ella decidió ser madre soltera y ellos,
los de afuera, nunca lo entendieron.
Se
dice que en una sociedad tan avanzada en diversidad como la actual, no caben
esas cosas de la censura pública. Pero todavía queda en los rincones el miedo a
lo diferente, el espanto ante lo impredecible, la crítica destructiva. Quizás
todo mal que se combate tarda mucho en desaparecer definitivamente.
Ella
dio un paso en falso, cayó al vacío. Así
suele suceder, sabía que existía el riesgo, cada día se lo repetía, era como
saber que al cruzar la calle debía mirar a ambos lados, pero el destino se
empeña en jugarnos las cartas trastocadas.
Supo
que llevaba una vida en su vientre y el miedo le caló el alma. Y fue tan
natural la incertidumbre como su naturaleza de mujer. Ella, como todas, pensó en
la edad, en los sueños inconclusos, la posibilidad de llevar hasta la cúspide
su carrera, pensó como nunca antes en la ausencia.