Estar frente a
un aula como maestro no fue el futuro profesional que imaginó en su
adolescencia. Sin embargo, las circunstancias hicieron que el rumbo académico
le situara de frente al pizarrón, en las aulas de la secundaria básica de
referencia nacional Fabricio Ojeda, en el municipio de Colombia. Tras seis
meses en esta nueva experiencia, Videlio Victoria Fonseca cuenta cómo aprendió
el oficio y ganó la sabiduría que pretende extender una vez culminada la
carrera.
“La primera vez
que entré a un aula me superaban los nervios. Ya había dictado los objetivos y
estaba pasando al ejercicio introductorio cuando una alumna levanta la mano y me
dice que tenía un error en la fecha… ¡fue catastrófico!”, recuerda todavía hoy
con recelo. Pero tras un inicio convulso, el siguiente turno de clases
transcurrió más seguro y cuenta “no se me volvió a escapar un error”.
Terminados sus
estudios en el preuniversitario Ignacio Agramonte del municipio sureño, optó
por una carrera que no le llegó. “La siguiente opción fue trasladarme a la
provincia donde los rectores de las tres universidades de entonces dieron a
conocer las carreras en oferta: todas pedagógicas. Más de cien alumnos en la
provincia estábamos en esa situación”.
Guiado por el
instinto familiar –pues la profesión del maestro le precede en su abuela materna
y su progenitora- ingresó a la Facultad de Ciencias de la Educación Media, en
la especialidad de Lenguas Extranjeras.
“Ese fue otro
paso grande, además de la profesión de maestro, comenta sinceramente, para mi
el inglés nunca fue agradable, así es que durante estos años he pasado trabajo
y he tenido que estudiar el doble, con una sobredosis de responsabilidad para
salir adelante”.
Una realidad
que acompaña a no pocos jóvenes que ingresan las filas pedagógicas en Las
Tunas, sin embargo, una vez en las aulas se apodera de ellos el amor por la
carrera y la confianza ante la tarea que desarrollan.
“El cuarto año
inició con rotaciones de larga duración en centros de nuestros municipio de
residencia y una semana al mes volvemos a la escuela para las evaluaciones”.
El contrato con
el sistema de educación les atribuye un límite de hasta dos grupos por su
condición de estudiantes, aun así, la práctica les impone retos: “He llegado a
cubrir turnos de otros maestros ausentes por enfermedad, llevo varios grupos y
he impartido clases en los tres grados, aun cuando mi tesis es acerca de los
problemas de vocabulario en el séptimo”.
Quizás cada
maestro moldea su perfil desde la primera vez que entra a un aula. Éste joven
ya va descifrando los códigos de la profesión:
“Son edades
difíciles de manejar, mucho más para mi que soy joven. Son adolescentes, tienen
una explosión hormonal, se desconcentran, quieren sobresalir, juegan, se
provocan, a veces quieren faltar el respeto…y en ese punto hay que saber
controlarlos y hablar como se aprende en la escuela, con pedagogía, con
psicología, con formas específicas para que entiendan. No puedo ser riguroso en
extremo, pero tampoco demasiado amigable”.
Si bien es
cierto que una gran generalidad admite no haber elegido la educación como
primera opción profesional, ejemplos como este demuestran el logro de la
educación cubana en las aulas pedagógicas, en cuanto a la preparación de los
futuros maestros.
Y desde casa,
habrá que erradicar los clichés. “A veces los padres nos discriminan a los
jóvenes maestros. Se les escucha decir: “yo no quiero que le de clases a mi
hijo porque no lo entiende”, esos casos se han dado hasta con profesores de
experiencia, pero nos toca saber explicar con paciencia al alumno. Al padre
también tenemos que educarlo, a veces el estudiante no entiende porque es
indisciplinado o no presta atención en clases”.
En poco tiempo
se restablece la confianza: “Ya hay padres que se me acercan preocupados para
saber como están sus hijos en la asignatura, si son disciplinados…y eso me
reconforta”.
Aun cuando en
sus manos está la educación de muchos adolescentes, para Videlio es un
aprendizaje constante cada día frente a las aulas. “Me siento preparado para
enfrentarme a la profesión cuando me gradúe. Además de lograr controlar un
aula, educarla, aprendí a organizar mi trabajo metodológicamente, a elaborar
planes de clases y empleo muchos medios de enseñanza”.
Como joven educador le asisten
dos preocupaciones: la primera es sobre la dificultad que encontró en el
municipio de Colombia referente a la opción de hacer contratos de trabajo para
impartir clases en diferentes enseñanzas, una práctica que sí se logra en Las
Tunas.
“La otra es acerca del idioma
francés -introducido experimentalmente en nuestra carrera como segundo de
importancia- con el cual no tenemos igual
roce como con el inglés y aun así es de obligatoria evaluación al final del
año, de su resultado depende nuestra carrera”.
Variaciones en
el sistema de enseñanza universitario y trabajos de perfeccionamiento en las metodologías tendrán
que solucionar vacíos en la planificación de un buen educador para el futuro.
Por el momento, los resultados son alentadores cuando vemos la transformación
de estos jóvenes que un día llegaron a la enseñanza pedagógica por “equivocación”
y hoy se apasionan con la carrera.
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