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La única fuente de abasto de agua para los ríos, presas y
redes subterráneas en nuestro archipiélago, es la lluvia. Una escasa porción de
mil 038 milímetros
es la media histórica anual en la provincia, lo cual significa un aprieto
irreversible para los Recursos Hídricos Potenciales y Aprovechables.
Es entonces donde juega su papel de rescatista el sistema de
acueducto montado a partir de una infraestructura edificada que hace favorable
el almacenamiento y uso controlado de nuestros recursos hidráulicos disponibles.
En su generalidad, la calidad de las fuentes de agua con que
contamos hoy, se ve afectada por la permanencia de focos contaminantes, causas
accidentales o violaciones comunitarias. A su vez, la disponibilidad y
aprovechamiento resulta insuficiente, dado el estado técnico e inadecuada
operación de la infraestructura para el aprovechamiento hidráulico.
Estadísticas nacionales ubican en estas causas la pérdida
anual de más de mil 500 millones de metros cúbicos de agua que pudieran ser muy
bien utilizados. Las empresas del Instituto Nacional de los Recursos
Hidráulicos sirven en Cuba a poco más de ocho millones 200 mil personas, aun
así, cerca de un millón acceden al agua mediante pipas y 800 mil cargándola a
una distancia de 200 a
300 metros.
La propuesta para la adopción de la Política Nacional
del Agua, está vigente desde diciembre del 2012. Sus bases jurídicas y
reglamentarias establecen 22 principios inviolables y cuatro prioridades: el
uso racional y productivo del agua disponible, uso eficiente de la
infraestructura construida, la gestión de riesgos asociados a la calidad del
agua y la gestión de riesgos asociados al cambio climático.
Un ejemplo más de
la claridad con que el país advierte la fragilidad del recurso natural y del
medio en que vivimos.
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