miércoles, 17 de septiembre de 2014

Mini jovencitas



“¿Éstas son las fotos de tus 15 o tus mini 15?”... entre sus manitas infantiles una imagen sonreía pintada al extremo de un cuerpito delgado, con pocos atributos femeninos aún, ataviado en un enorme vestido rosa. “¡De mis 15!…de mis 15”, y aunque la respuesta me sonaba a sátira ante aquel retrato de niña con maquillaje, amaba el recuerdo de mi primer arreglo de cabello, el estudio de fotos, los vestidos anchos y la idea de estar adentrándome radiante a una nueva etapa.    

Pero, sucede que ahora existen los mini 15. ¿Una especie de ingreso temprano a la adultez o simplemente una estrategia promocional de fotógrafos de fiestas?, no sé bien…confieso que lo había escuchado, pero no pensé vivirlo tan próximo, como incrustado en las costumbres reacias de mi pueblito sur. “¿Cómo es eso de los mini 15?”, quise informarme de la fuente más segura que conozco, mi vecinita Mónica, de 9 años, miembro de la directiva estudiantil en su escuela, tan buena para las clases como para distinguir la calidad de un arreglo de uñas acrílicas.
La respuesta me remitió a un viaje en camión, en medio del tumulto ensordecedor, aquella pareja joven que sonriente animaba a su pequeño de unos dos años a cantar una ofensiva letra de reggaetón. No puedo explicar lo extraño que sonaba en la voz inocente el torcido llamado erótico. ¿Será que no contentos con echar a perder los primeros años de vida y lenguaje de nuestros niños, también les estamos adelantando el crecimiento?
¿Por qué mini 15 y no los 10 o 12? No es cuestión de estadística, es la simple idea de que solo existe un momento en la vida para hacerse adolescente y mujer. Nadie es mini mujer y luego se convierte en una oficialmente. Que las fotos luzcan, con o sin trajes de gala, a las niñas que son, no a pequeñas modelos que inocentes adelantan la dicha de celebrar un periodo de vida.
Me llegó entonces a la mente la pequeña Milenis, a mi modo de ver, la imagen infantil más parecida a Ricitos de oro, en vivo y directo. Pero esta Ricitos de pleno siglo XXI exhibe a sus escasos seis años unas exuberantes uñas acrílicas que realmente desafían el pulso… y no digo yo si la gravedad. A pesar de lo que puedan decidir sus padres, la sociedad y esas costumbres llegadas a la palestra, determinan de a todas sus antojos inocentes.
Recién ahora me detengo a escuchar las charlas de las pequeñas de mi vecindad, ataviadas con preocupaciones banales, dialogando analíticamente acerca de la factibilidad del acrílico sobre las uñas naturales respecto a los implantes plásticos. Cual economistas saben reconocer un precio exorbitante en el arreglo, incluso, llegan a negociar con la manicura el costo reducido por su calidad de menores. “Cuando sea grande, me dice una, le voy a decir a mi abuelo que me compre un aparato para poner uñas…”
Y todavía voy de inocente a intentar persuadirlas de la idea: “las uñas naturales lucen mejor”. La conversación cerró con un anuncio definitivo: “¡Mis mini 15 son el 20 de agosto!” Que me perdonen los padres, los de mente moderna y hasta usted que no concuerda conmigo, pero creo que un solo 15 basta para hacernos felices y para provocar los suficientes dolores de cabeza a la familia en lo que a inversiones desmesuradas refiere la festividad.
Después del rotundo “nocaut” a mi sana intención, solo me queda dudar: ¿Qué dirán los padres de mi vecinita cuando se enteren por este medio de que próximamente tendrán que romper el puerquito de ahorros para celebrar unos mini 15… por adelantado y a precio de adultos?
                    

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