lunes, 18 de mayo de 2015

Madre de todos los tiempos



Este será el primer año en que Dora González Hernández, protectora y guía del Hogar de niños sin amparo familiar del sur de Las Tunas, se retira de sus labores después de 23 años como fiel guardiana del amor de sus infantes.
Fundado el 25 de septiembre de 1992, la institución, ubicada en el municipio de Colombia -de las tres existentes en la provincia- consumaba el objetivo cardinal de alojar, atender y educar a niños carentes de protección filial. Como característica imprescindible sus cimientos debían reunir las condiciones humanas y esenciales de un hogar.

“Por aquí han transitado cerca de 30 niños. Cuando cumplen la mayoría de edad el Estado les garantiza una vivienda para emprender su vida adulta. Algunos pasan un periodo con nosotros mientras sus padres cumplen sanciones y después regresan a su núcleo familiar, ese en definitiva es el objetivo”. Un colectivo de 14 personas sustenta el quehacer diario -y nocturno- de la casa. Una capacidad para nueve niños es ocupada actualmente por cuatro. “Están en distintas enseñanzas: Yoilán en la escuela de oficio, Yanisleydis en secundaria básica, Maité que cumplió 18 años en febrero y se prepara para el egreso del hogar, en un taller de la escuela especial y Gilbert de tercer grado en el seminternado Francisco González”.
A un lateral del centro histórico urbano se levanta exuberante, ornamentada con plantas y sombra acogedora la Casa de amparo familiar. El entorno es apacible y los pisos fríos, recién aseados, invitan a ser niño otra vez. Tras las puertas abiertas en par, los muebles acomodados, un cuadro de Chávez y las fotos de la familia gigante, las sonrisas amplias de cada quinceañera que ha alcanzado su adultez allí.
Hace cinco años se realizó una reparación capital a la casa. Este año corresponde otra inversión, aprobada con doce mil pesos que serán dedicados al mantenimiento general. Los abastecimientos para la alimentación llegan por el ministerio de Educación, “también recibimos donaciones de productores de las distintas cooperativas y de la ANAP, aporte que agradecemos mucho”.
 “Ser madre de tantos niños significa mucho, es ir para la casa pensando si dejé a un niño con tos o si tuvo fiebre, si uno me faltó a la escuela…estar conectada completamente con el hogar, días y noches, fines de semana, en la cena de Fin de año… después la familia”.
En papeles consta como un centro social priorizado, a la vista rutinaria un hogar común, una familia armoniosa y feliz. “Estoy muy contenta porque en el pueblo reconocen la labor que he ejercido como directora de la casa desde su fundación”. Y no pocos celos ha enfrentado. Sus hijos de sangre y vientre común crecieron sabiéndola compartida en amor y sacrificio. Ahora llegó el momento del retiro, ese que jamás pensó sería marcado antes de tiempo. Su salud le reclama reposo.
Cuando tuvo que comunicarlo en casa junto a las lágrimas, saltó la duda: “¿vas a seguir viniendo?” La respuesta queda en la mirada de madre…“Desde que abrió el hogar, unas veces con más, otras menos, pero hemos sacado a los niños adelante, siempre luchando. Esta labor es para toda la vida”.


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