lunes, 13 de febrero de 2017

Jóvenes al pizarrón



Estar frente a un aula como maestro no fue el futuro profesional que imaginó en su adolescencia. Sin embargo, las circunstancias hicieron que el rumbo académico le situara de frente al pizarrón, en las aulas de la secundaria básica de referencia nacional Fabricio Ojeda, en el municipio de Colombia. Tras seis meses en esta nueva experiencia, Videlio Victoria Fonseca cuenta cómo aprendió el oficio y ganó la sabiduría que pretende extender una vez culminada la carrera.
“La primera vez que entré a un aula me superaban los nervios. Ya había dictado los objetivos y estaba pasando al ejercicio introductorio cuando una alumna levanta la mano y me dice que tenía un error en la fecha… ¡fue catastrófico!”, recuerda todavía hoy con recelo. Pero tras un inicio convulso, el siguiente turno de clases transcurrió más seguro y cuenta “no se me volvió a escapar un error”.

Terminados sus estudios en el preuniversitario Ignacio Agramonte del municipio sureño, optó por una carrera que no le llegó. “La siguiente opción fue trasladarme a la provincia donde los rectores de las tres universidades de entonces dieron a conocer las carreras en oferta: todas pedagógicas. Más de cien alumnos en la provincia estábamos en esa situación”.
Guiado por el instinto familiar –pues la profesión del maestro le precede en su abuela materna y su progenitora- ingresó a la Facultad de Ciencias de la Educación Media, en la especialidad de Lenguas Extranjeras.
“Ese fue otro paso grande, además de la profesión de maestro, comenta sinceramente, para mi el inglés nunca fue agradable, así es que durante estos años he pasado trabajo y he tenido que estudiar el doble, con una sobredosis de responsabilidad para salir adelante”.  
Una realidad que acompaña a no pocos jóvenes que ingresan las filas pedagógicas en Las Tunas, sin embargo, una vez en las aulas se apodera de ellos el amor por la carrera y la confianza ante la tarea que desarrollan.
“El cuarto año inició con rotaciones de larga duración en centros de nuestros municipio de residencia y una semana al mes volvemos a la escuela para las evaluaciones”.
El contrato con el sistema de educación les atribuye un límite de hasta dos grupos por su condición de estudiantes, aun así, la práctica les impone retos: “He llegado a cubrir turnos de otros maestros ausentes por enfermedad, llevo varios grupos y he impartido clases en los tres grados, aun cuando mi tesis es acerca de los problemas de vocabulario en el séptimo”.
Quizás cada maestro moldea su perfil desde la primera vez que entra a un aula. Éste joven ya va descifrando los códigos de la profesión:
“Son edades difíciles de manejar, mucho más para mi que soy joven. Son adolescentes, tienen una explosión hormonal, se desconcentran, quieren sobresalir, juegan, se provocan, a veces quieren faltar el respeto…y en ese punto hay que saber controlarlos y hablar como se aprende en la escuela, con pedagogía, con psicología, con formas específicas para que entiendan. No puedo ser riguroso en extremo, pero tampoco demasiado amigable”.
Si bien es cierto que una gran generalidad admite no haber elegido la educación como primera opción profesional, ejemplos como este demuestran el logro de la educación cubana en las aulas pedagógicas, en cuanto a la preparación de los futuros maestros.
Y desde casa, habrá que erradicar los clichés. “A veces los padres nos discriminan a los jóvenes maestros. Se les escucha decir: “yo no quiero que le de clases a mi hijo porque no lo entiende”, esos casos se han dado hasta con profesores de experiencia, pero nos toca saber explicar con paciencia al alumno. Al padre también tenemos que educarlo, a veces el estudiante no entiende porque es indisciplinado o no presta atención en clases”.
En poco tiempo se restablece la confianza: “Ya hay padres que se me acercan preocupados para saber como están sus hijos en la asignatura, si son disciplinados…y eso me reconforta”.
Aun cuando en sus manos está la educación de muchos adolescentes, para Videlio es un aprendizaje constante cada día frente a las aulas. “Me siento preparado para enfrentarme a la profesión cuando me gradúe. Además de lograr controlar un aula, educarla, aprendí a organizar mi trabajo metodológicamente, a elaborar planes de clases y empleo muchos medios de enseñanza”.
Como joven educador le asisten dos preocupaciones: la primera es sobre la dificultad que encontró en el municipio de Colombia referente a la opción de hacer contratos de trabajo para impartir clases en diferentes enseñanzas, una práctica que sí se logra en Las Tunas.
“La otra es acerca del idioma francés -introducido experimentalmente en nuestra carrera como segundo de importancia-  con el cual no tenemos igual roce como con el inglés y aun así es de obligatoria evaluación al final del año, de su resultado depende nuestra carrera”.
Variaciones en el sistema de enseñanza universitario y trabajos de  perfeccionamiento en las metodologías tendrán que solucionar vacíos en la planificación de un buen educador para el futuro. Por el momento, los resultados son alentadores cuando vemos la transformación de estos jóvenes que un día llegaron a la enseñanza pedagógica por “equivocación” y hoy se apasionan con la carrera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario