Este día llegará cargado de memorias… de la sonrisa del hijo
agradecido… de aquel beso extraviado en la hidalguía del adulto o la rebeldía adolescente.
Y el padre otra vez será feliz… revivirá el escalofrío intenso recorriendo su
cuerpo y orgullo, aquel que solo conoció cuando en pleno ejercicio irresoluto
de hombría, se sorprendió llevando a un ser indefenso en los brazos…entonces comenzó
a sentir cosas que antes creía irrisorias.

Papá sabe de desvelos, de temores, de ausencias y regresos. Lleva en
su recuerdo la fotografía perpetua del retoño, si lo ve feliz o lo sabe
desventurado. Papá de ahora, de siempre, sumiso y sincero, ingenuo como
ninguno, celoso como fiera, unas veces esquivo, siempre guardián. Papá que
engendra o quizás no, pero siembra amor y espera verlo crecer.
Amor ejemplo, el que todo lo sabe y dice consejos con la misma intención
con que impone prohibiciones. Y se sabe inmaduro cuando el problema escapa de
las manos, rompe vasijas especiales, mancha las paredes y pisa el suelo mojado…
pero sus manos callosas, las del sucio trabajo, las esforzadas o las limpias
pero agotadas, se truecan frágiles cual mariposas, cuando estrechan al hijo
amado.
Llegará este día para desestimar prejuicios, romper mitos, escribir simples
realidades. Regresará el esperado “te quiero”, el abrazo olvidado tras la faena,
la fidelidad eterna. Papá joven, longevo, presente aunque ausente, que ansía… La
naturaleza –bien sabes- te condenó a ser fuerte, dominante…más, no te preparó
para profesar sin padecer, el duro oficio de ser padre.
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