lunes, 22 de junio de 2015

"Amor impar"



No entendieron las razones. Le increparon con miradas indiscretas, con preguntas lacerantes, con opiniones innecesarias. Tiraron su derecho de mujer y lo mancillaron en el suelo del reproche, degradaron su decisión buscando a un tercero que jamás fue imprescindible. Ella decidió ser madre soltera y ellos, los de afuera, nunca lo entendieron.
Se dice que en una sociedad tan avanzada en diversidad como la actual, no caben esas cosas de la censura pública. Pero todavía queda en los rincones el miedo a lo diferente, el espanto ante lo impredecible, la crítica destructiva. Quizás todo mal que se combate tarda mucho en desaparecer definitivamente.
Ella dio un paso en falso,  cayó al vacío. Así suele suceder, sabía que existía el riesgo, cada día se lo repetía, era como saber que al cruzar la calle debía mirar a ambos lados, pero el destino se empeña en jugarnos las cartas trastocadas. 
Supo que llevaba una vida en su vientre y el miedo le caló el alma. Y fue tan natural la incertidumbre como su naturaleza de mujer. Ella, como todas, pensó en la edad, en los sueños inconclusos, la posibilidad de llevar hasta la cúspide su carrera, pensó como nunca antes en la ausencia.

Hubo muchas preguntas, pero en el fondo siempre supo lo que realmente quería y debía hacer. No sería la primera, ni la última madre guerrera. Sentía la fuerza suficiente para criar a su hijo con ese carácter y la energía que ahora nacían de una condición insuperable, la maternidad. Y llegó aquel día, la captación del embarazo, con sus dígitos y averiguaciones, y se enfrentó a la realidad de ser única en la decisión.
Le sorprenderían después los momentos insensibles, cuando llegara la noticia al mundo afuera y la primera mirada general estuviera dirigida a aquel espacio vacío en el lugar del padre. ¿Acaso nadie podía verla a ella, suficiente y madura como para vivir por dos? Y es que hay cuestiones de vida en las que el género se bifurca, el amor se vuelve impar.
Aquel público indiferente se obstinaba en encontrar la dualidad, en escribir sus propias conclusiones, historietas superficiales de los hechos inesperados, comenzaron a llamarle a su bebé: “reproducción independiente”. ¿Existirá una historia más real y concluyente que el hecho de querer ser madre?
Ella creció, a la par de su abdomen… creció como mujer y como madre, cuando asistía puntual a las citas del consultorio, aun cuando el sueño, los ánimos o la angustia le amenazaran, mientras se quedaba en vela hasta tarde en la noche frente a un libro que le instruía cada momento de su embarazo y comenzaba a hacer cálculos de las necesidades primarias, las comidas diarias, los medicamentos en dosis exactas.
Maduró pronto, dando un tumbo a sus dietas de estilismo, poniendo en su lugar algunas celulitis de más. Dejó de preguntar por sabores ricos para cerciorarse de los sabores seguros, hizo gestiones, buscó diferentes opiniones que le aseguraran la salud de su criatura.
Nadie se lo puso fácil. Cada proceso estuvo acompañado de cuños burocráticos, idas y vueltas por indiferencia de quienes deben agilizar trámites, colas interminables, falta de recursos…Pero, ella ahorró al máximo, soñó más lejos y emprendió la marcha sola.
Ya no importan las miradas curiosas, el vacío a su lado en las consultas, las promesas rotas. Cada día su vientre se mueve para indicarle por qué se siente tan viva, tan completa. Se duerme hablándole a su pequeño, y a solas le cuenta cuánto quisiera tenerlo ya en sus brazos, cómo desea que de grande sea un hombre de bien, el primero que la ame tanto como ella lo ama a él.

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