lunes, 23 de febrero de 2015

¡Los guapos sí van al Círculo!



Noventa y un almanaques registra en su historia personal Belisario Ramos. Cada mañana emprende el camino de la vida, con las mismas fuerzas de antaño, en la cola del pan, en las tareas del hogar que comparte con su compañera de vida. Y a esta rutina le agrega tres veces por semana una generosa dosis de ejercicios físicos como parte del Círculo del Adulto Mayor.
Las cifras en la provincia demuestran la escasa incorporación masculina en estos grupos. Un espacio creado para tratar las más diversas dolencias físicas –y espirituales- con el deporte, un poco de cultura general y la supervisión del sistema de salud.

Los círculos de abuelos, como también se les llama, representan una comunidad de personas abiertas al rescate físico y mental, para nada una asociación decadente y prejuiciada, como los estigmas pretenden calificar.
Con el nombre de Cándido González Horta, mártir del municipio, en Colombia crece en integrantes y fama un círculo que pretende romper el récord de lozanía y calidad de vida. Años atrás cuando se interrumpió su funcionamiento  a falta de profesores, cuenta María Nápoles, de 82 años: “nos reuníamos dos o tres todavía en el parque y nos sentábamos a esperar. ¡Hicimos el reclamo al municipio hasta que el Inder nos puso otra profesora ¡y aquí estamos! Me encanta participar, hay gente que dice: ¡Yo, que va! No saben lo que se pierden”.
Mileidys Hernández Madruga, máster en actividad física comunitaria, jefa de cátedra del Combinado Deportivo número 2, explica: “Este círculo se fundó en 1992. Ante el reclamo de los abuelos se comenzó un trabajo de consejería en la comunidad con la enfermera y el grupo de trabajo comunitario y logramos incorporar a los abuelos. Hasta le fecha tenemos 21 activos, pero existe una propuesta de 30 integrantes”.
Acerca del trabajo de consejería comenta: “Consiste en dar charlas donde se acumule un gran número de personas, no solo el adulto mayor, para inculcarles la importancia de la actividad física para la salud. Se incluyen las enfermedades crónicas no transmisibles que son la obesidad, la hipertensión, el asma, la diabetes”.
“En el caso del adulto mayor, especifica, mejora su calidad de vida, la circulación, el sistema cardiorrespiratorio, en la preparación de los músculos y las articulaciones. En el círculo hacemos diagnósticos cada tres meses, se clasifican por niveles de dificultad en la capacidad física afectada y en base a eso planificamos las clases. La intención es que todos alcancen el primer nivel de calidad de vida, acode a su edad”.
Eddenny Echevarría Cruz es enfermera del consultorio Santa Lucía 2 desde el 2009: “Mi trabajo además de tomarles la presión en cada sesión del círculo o visitarlos a sus hogares cuando enferman, es darle labor educativa para evitar las enfermedades propias del adulto mayor. Traigo escritos importantes sobre los cambios que se experimentan, porque hay muchos que se ponen nerviosos cuando debutan con una enfermedad y compartimos juntos las experiencias”.
Y cuentan también que no hay un cumpleaños o fecha significativa que les pase por alto. Cada mes, de sus limitadas chequeras son capaces de guardar y conformar una actividad que les alimente espiritualmente. Además, ya es una tradición conformar entre todos una jaba con alimentos y rifarla siempre a alguien distinto. En los festivales deportivos, eventos municipales, desfiles, dan el paso al frente.
“Muchos se sienten mal al iniciar pero pronto encuentran la comodidad. Si las personas supieran los beneficios del ejercicio, sobre todo en el adulto mayor, no se opondrían a participar”, asegura Eddenny.
No existe una edad específica para pertenecer a un círculo del adulto mayor. “tenemos personas de poco más de cincuenta años y una integrante de 42 que evidencia un cambio extraordinario en su salud”, confirma la profesora del Inder. Niurkis Chirino, recuerda el cuadro clínico complicado que su asma crónica le obligaba a presentar. “En el consultorio me recomendaron integrarme al círculo con los abuelos y he cambiado, hace mucho tiempo no me da asma y antes tenía que estar diario en el hospital”.
No es cuestión de obras milagrosas. Los estudios científicos confirman la transformación orgánica de una adecuada y constante ejercitación. Carlos Zamora almacena en su memoria personal 75 años de vida, antes trabajador de la empresa azucarera, ahora fiel integrante del Círculo de abuelos Cándido González. Confiesa: “Vivo cerca de aquí. Antes pasaba y veía a la gente haciendo ejercicios y decía: ¡que va! Pero, un día me incorporé y conmigo he traído a uno o dos y pienso unir a un hermano que todavía se resiste”.
La salud no es a prueba de fuerzas, machismo o intolerancia. Ejercitar el cuerpo es darle cultura, vitalidad, oxigeno también para el alma. A quienes no se han decidido, a los abuelos o no, a los que todavía sienten la juventud en las venas pero necesitan reanimarla, ¡es hora de sumarse!

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